El que no
salta es un holandés
"No hay más
ciego que aquel al que el miedo no deja ver.
Ni más ignorante
que aquel al que el miedo no deja comprender". Pacho O'Donnell
Estaban ahí aquel día en que nosotros nos pegamos al televisor portátil
llevado por el gerente, ya que el acontecimiento, muchachos, justifica el
abandono del trabajo por un rato, imagínense, hace
casi cuarenta años que
los argentinos esperamos algo así. Vengan,
chicas, que esto no se lo pueden perder y nosotras, que ni locas, porque una
cosa es un partido cualquiera y otra muy distinta, un mundial. Pero la Flaca
dijo yo tengo que hacer ese trámite de la importadora y se fue. Volvió cuando
ya estábamos en los escritorios, todavía emocionados porque todo salió
perfecto, según Javier y qué bárbaros los gimnastas, para el cadete y nosotras,
con la banda y el desfile y los papelitos, una maravilla, no sabes lo que te
perdiste, pero la
Flaca sin interesarse,
ahí parada, con los ojos fijos en ninguna parte y diciendo que a la misma hora
del festejo, ellas estaban ahí, en la Plaza, como cien, dando vueltas a la
pirámide, otras llorando y otras diciéndoles a los periodistas extranjeros que
no tenían noticias
de hijos, hermanos y padres. Y los tipos seguro que las filmaban
para hacernos quedar como la mierda en el exterior, Javier interrumpió
golpeando el escritorio y el cadete
asegurando que no importa porque, total, quién les va a dar bolilla a cuatro
chifladas v nosotras diciéndole termínala con eso, Flaca, que por ahí, anda a
saber cuál es la verdad y el gerente rematando con que me gustaría saber quién
les paga para que saboteen de esa manera la imagen del país.
Los
días siguieron; la república era una gran cancha de fútbol. Empatamos, ganamos,
perdimos, pero no importa, porque la copa se
la van a llevar si son brujos y el televisor ya fijo en la oficina, mira, mira qué remate, cómo se perdió el gol ese
boludo y aquel hoy no pega una. Las mujeres, ya bien al tanto de lo que significa
un córner, cuál es el área chica y qué es lo
que
debe hacer el puntero derecho. Pero Goyito, el
de Expedición, desapareció hace cuatro días y nada, dale,
Flaca, vos siempre la misma amargada, el cadete con sonrisa de costado y
Javier que por algo habrá sido, che, porque a mí todavía nadie me ha venido a
buscar. Y ellas siguen ahí, dando vueltas a la pirámide, ma sí, ya se van a ir,
acabala, pareces la piedra en el zapato, pero tienen que darles una explicación,
lo que tienen que darles es una buena paliza y listo, así se dejan de decir
macanas cuando el país está de fiesta. Hay que embromarse con alguna gente, la
patria no les importa, el gerente opinando desde la primera fila frente a la
pantalla y la Flaca como para sí misma, el fútbol no es la patria. Gol.
Gooooollll. Golazo. ¡Ar-gen-tina! ¡Ar-gen-tina!
¿Hacen
falta seis para
pasar a la final? Se hacen los seis, pero a la hermana de Carrasco la
secuestraron anoche, a dos cuadras de la facultad, que se embrome, por meterse
donde no debe, dijiste vos y Javier yo siempre le vi algo raro a esa chica,
enganchando enseguida con que después de los seis pepinos a los peruano, concierto
de cacerolas en el edificio, en pleno Barrio Norte, nunca visto, el delirio, la
locura y nosotras, contando de la caravana de coches y el novio y el marido,
con las banderas, los gorritos y las cornetas, nos acostamos como a las cuatro
y hasta la chica aquella, Mariana, la de Libertador, con la vincha y subiéndose
a un camión que pasaba para el centro, no se puede creer ¿viste? Por un
anónimo, nada más que por una denuncia sin fundamento y al otro, porque ayudaba
al cura y a unas monjas en la villa del Barrio de Flores. Te digo que no me quedó uña por comerme y
la hora maldita no pasaba nunca, tocando el techo con cada gol y mirando el
reloj. ¡El que no salta es un holandés! Y los que desaparecen son argentinos,
dale Flaca, no empeces ¿no te dije, pibe, que la copa se quedaba aquí? Todos
con banderas y los pitos, a gritar y a cantar, dale con el tachín-tachín, juntos,
en aquella fiesta que parecía que no iba a terminar nunca, porque ganamos,
salimos campeones y fue como una borrachera de la que nos despertamos con este
dolor de cabeza que nos martillea las sienes y un revoltijo de estómago que
aumenta a medida que la tapa de la olla se va corriendo. Las cuentas finales no
aparecen y la lata está rota de tantas manos que se le metieron adentro. Pero
lo peor es lo otro: ellas, que ya estaban pidiendo por los que no estaban, mientras nosotros saltábamos, sordos a lo que decían algunos como la Flaca,
ustedes no se dan cuenta de lo que está pasando y cuando comprendan, ya a va
a ser tarde. Aseguraba que éramos como los alemanes, que veían el humo saliendo
de las chimeneas de los campos de concentración y miraban para otra parte, se
callaban, como nos callamos nosotros, entonces y después, tapándonos hasta las
orejas cuando las sirenas no interrumpían las noches, o escuchábamos algún
grito, o se llevaban a alguien del piso de abajo. Nos dieron un pirulín para
matar el hambre, Flaca, tenías razón y una entrada al circo para comprarnos la
conciencia.
Mabel
Pagano
Saludos a todos los miembros de la comunidad educativa.
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